Banksy, un artista callejero sin rostro que en los últimos tiempos ha pasado de ser buscado por la policía de Bristol a ser codiciado por galeristas y coleccionistas de arte de las más importantes ciudades. Un genio del espray que domina también otras muchas artes necesarias para provocar semejante revuelo, como el márketing. Ese es el principal mérito del grafitero. Su obra maestra no está plasmada en el muro de Cisjordania ni en ninguna pared de Londres. La obra por la que tiene la cotización que tiene y por la que todo el mundo del arte se vuelve loco es él mismo. Y eso le ha puesto en el punto de mira tanto de puristas del arte urbano como de los más ortodoxos galeristas y responsables de museos.
De hecho, Banksy es sin duda el mayor fenómeno salido del street art o arte urbano, entendido este como aquel que utiliza la ciudad y sus paredes como lienzo.
Pero también es quien ha encendido la mecha para que este explote, reviente de éxito y pierda su sentido primigenio. Así se deriva de lo que se afirma en el documental Exit Through The Gift Shop, en el que se analiza otro fenómeno derivado del tsunami Banksy, el de Mr. Brainwash, quien se convierte en el artista de moda de la noche a la mañana gracias a una revolucionaria operación publicitaria. En la película se dice que el arte urbano es el mayor movimiento contracultural desde el punk, algo que habrá que creerse, dado que el director del documental es el propio Banksy. Ahí presume el artista de su invisibilidad (a la que califica se superpoder), algo necesario para quien lleva décadas huyendo de la policía. E incluso reconoce el propio autor que todo comenzó a perder sentido cuando el arte urbano entró en los museos y las casas de subastas. Se queja Banksy, pero la culpa no deja de ser suya. Defiende en su libro Wall and Piece la legitimidad para actuar en espacios públicos basándose en un diálogo con las grandes compañías: si las multinacionales pueden invadir nuestras vidas con su publicidad, el ciudadano podrá responderles utilizando el mismo medio, propone. Pero desde el momento en el que esta acción pasa a ser celebrada por todos, pierde su carácter subversivo. Ahí es cuando el gamberro se convirtió en artista respetado y cuando su arte comenzó a perder sentido. Ahora, al vándalo más buscado de Inglaterra se le invita oficialmente para que convierta un muro en arte.